La celebración fue presidida por nuestro querido hermano y Pastor Mons. Fray José Rodríguez Carballo, ofm, concelebrando D. Pedro Fernández Amo, Deán de la S.I.C y D. Julián García Franganillo, Canónigo Emérito.
Sor Mª Rocío, expresó firme y segura su deseo de vivir perpetuamente en el seguimiento de Cristo, según el Santo Evangelio.
El Arzobispo, repitió con énfasis a lo largo de la homilía: "alégrate, alegrémonos", porque evidentemente el momento que se estaba viviendo en esta tarde no era para menos. Magníficamente fue explicando los votos que la hermana pronunciaría más tarde para consagrarse al Señor, y el deseo de vivir sin nada propio, en obediencia a la voluntad del Dios, la castidad de su amor universal, y viviendo oculta en el claustro con el voto de clausura. Finalizando la misma con su deseo que cada día las Clarisas sepamos responder: "Aquí estoy, Señor, porque me has llamado", teniendo con ello, una disponibilidad total a lo que el Señor nos llama.
El templo estaba repleto de fieles. Agradecemos la participación extraordinaria de la actuación de la Capilla Gregoriana del Santísimo Cristo del Calvario, de Mérida-Badajoz. Nos acompañaron los Hermanos Terciarios Franciscanos Regulares, las hermanas del Monasterio de Santa Ana., las Clarisas de Montijo y MM. Carmelitas Descalzas, de esta ciudad. Su madre y hermanos siguieron desde Perú, la celebración por medio de las nuevas tecnologías. Agradecemos de todo corazón a las primeras horas del día, la llamada telefónica de la M. Presidenta Sor Isabel Cobo Jiménez, y las muestras de cariño, y de oraciones de las hermanas de la Federación, que no pudieron asistir por ser una fecha tan señalada; pero ciertamente sabemos que todas espiritualmente estuvimos unidas en la oración. ¡Dios os lo premie!
La Comunidad disfrutamos en clausura de la sencillez, alegría y de la estima que nuestro Hermano Menor, manifiesta siempre a sus Clarisas, compartiendo la alegría de esta hermana.
Le deseamos todo lo mejor a nuestra querida hermana Sor Mª Rocío, y que ella sea siempre dichosa en la casa del Señor, alabándole siempre.
En Francisco y Clara de Asís.